Seguridad en el comercio electrónico: ¿SSL o SET?
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Cuando se habla de la carrera
que existe entre la investigación de nuevas tecnologías, la comercialización de esas
tecnologías y la creación de estándares que impongan orden y velen por la
interoperabilidad, resulta de referencia obligada la teoría del Apocalipsis de los
elefantes de David Clark, del MIT. Podemos imaginar mentalmente una curva que tendría la
forma de la serpiente del Principito que se tragó al elefante, sólo que en este caso, en
lugar de uno, se tragó dos. El primero de ellos representa la intensa actividad de
investigación que sigue a un excitante o prometedor descubrimiento, sentándose las bases
para el futuro desarrollo de una nueva tecnología. El segundo elefante representa la
actividad comercial de las compañías que recogen el testigo de los investigadores y
comienzan a lanzar al mercado productos que incorporan la tecnología. Es un momento de
dura competencia, en el que cada compañía intenta hacerse con la mayor cuota de mercado
posible, acudiendo a soluciones que funcionen como sea y que rara vez pueden interoperar
con productos de la competencia.
Entre ambos elefantes queda un hueco que debe ser aprovechado por
los organismos de creación de estándares con el fin de evitar la jungla que se avecina
si las empresas privadas trabajan sobre el tema sin coordinación. Si la estandarización
llega demasiado pronto, la tecnología puede no ser suficientemente comprendida o resultar
inmadura, por lo que los estándares serán malos e inútiles. Si llega demasiado tarde,
alguna compañía o varias habrán impuesto sus propias soluciones, que habrán sido
adoptadas como estándar de facto del sector emergente. En el mundo de Internet, la
seguridad y el comercio electrónico, los elefantes tornaron ser toros de difícil lidia.
El espacio entre los dos elefantes en la panza de la serpiente es tan delgado, que ya
están saliendo nuevos productos aun antes de que las tecnologías estén maduras. Nadie
esperaba que Internet, o más concretamente, la World Wide Web, creciera al ritmo
exponencial de los últimos años. Sus posibilidades para el comercio fueron rápidamente
vislumbradas por los más despabilados y en un tiempo récord pasó a transformarse en
teatro de transacciones comerciales, financieras y de todo tipo. Había que vender, pero
vender ya. No podía esperarse a magníficos estándares que velaran por la rigurosa
implantación de todos los detalles. ¿Qué método resulta más cómodo e inmediato para
pagar? La tarjeta de crédito. ¿Al usuario le preocupa la seguridad? Usemos un canal
seguro para transmitir el número de la tarjeta. Fue así como en poco tiempo se impuso
como norma tácitamente acordada el emplear SSL para cifrar el envío de datos personales,
entre ellos el número de tarjeta.
SSL (Secure Sockets Layer) es un protocolo de propósito general
para establecer comunicaciones seguras, propuesto en 1994 por Netscape Communications
Corporation junto con su primera versión del Navigator. Hoy constituye la solución de
seguridad implantada en la mayoría de los servidores web que ofrecen servicios de
comercio electrónico. Para pagar, el usuario debe rellenar un formulario con sus datos
personales (tanto para el caso del envío de los bienes comprados, como para comprobar la
veracidad de la información de pago), y los datos correspondientes a su tarjeta de
crédito (número, fecha de caducidad, titular). Esta arquitectura no exige que el
servidor disponga de capacidades especiales para el comercio. Basta con que se utilice
como mínimo un canal seguro para transmitir la información de pago y el comerciante ya
se ocupará manualmente de gestionar con su banco las compras. El canal seguro lo
proporciona SSL. Sin embargo, este enfoque, aunque práctico y fácil de implantar, no
ofrece una solución comercialmente integrada ni totalmente segura (al menos en España,
debido a que los navegadores utilizan 40 bits de longitud de clave, protección muy fácil
de romper). SSL deja de lado demasiados aspectos para considerarse la solución
definitiva:
- Sólo protege transacciones entre dos puntos (el servidor web comercial y el navegador del comprador). Sin embargo, una operación de pago con tarjeta de crédito involucra como mínimo tres partes: el consumidor, el comerciante y el emisor de tarjetas.
- No protege al comprador del riesgo de que un comerciante deshonesto utilice ilícitamente su tarjeta.
- Los comerciantes corren el riesgo de que el número de tarjeta de un cliente sea fraudulento o que ésta no haya sido aprobada.
Son demasiados problemas e incertidumbres como para dejar las cosas
como están. Se hacía necesaria la existencia de un protocolo específico para el pago,
que superase todos los inconvenientes y limitaciones anteriores, motivo por el que se
creó SET.
El estándar SET (Secure Electronic Transaction) fue desarrollado en
1995 por Visa y MasterCard, con la colaboración de gigantes de la industria del software,
como Microsoft, IBM y Netscape. La gran ventaja de este protocolo es que ofrece
autenticación de todas las partes implicadas (el cliente, el comerciante y los bancos,
emisor y adquiriente); confidencialidad e integridad, gracias a técnicas criptográficas
robustas, que impiden que el comerciante acceda a la información de pago (eliminando así
su potencial de fraude) y que el banco acceda a la información de los pedidos
(previniendo que confeccione perfiles de compra); y sobre todo gestión del pago, ya que
SET gestiona tareas asociadas a la actividad comercial de gran importancia, como registro
del titular y del comerciante, autorizaciones y liquidaciones de pagos, anulaciones, etc.
Entonces, si todo son alabanzas, ventajas y puntos fuertes, ¿por
qué SET no termina de implantarse? ¿Por qué no goza de la popularidad de SSL, si se
supone mejor adaptado? En primer lugar, su despliegue está siendo muy lento. Exige
software especial, tanto para el comprador (aplicación de monedero electrónico) como
para el comerciante (aplicación POST o terminal de punto de venta), que se está
desarrollando con lentitud. En segundo lugar, aunque varios productos cumplan con el
estándar SET, esto no significa necesariamente que sean compatibles. Este es un problema
que exige mayores esfuerzos de coordinación y más pruebas a escala mundial para asegurar
la interoperabilidad. Sus puntos fuertes son también su talón de Aquiles: la
autenticación de todas las partes exige rígidas jerarquías de certificación, ya que
tanto los clientes como comerciantes deben adquirir certificados distintos para cada tipo
de tarjeta de crédito, trámites que resultan engorrosos, cuando no esotéricos, para la
mayoría de los usuarios.
En definitiva, SET es un elefante de gran tamaño y fuerza, pero de
movimientos extraordinariamente pesados. SSL es una liebre que le ha tomado la delantera
hace años. No es tan perfecto, no ofrece su seguridad ni sus garantías, pero funciona. Y
lo que es más: ¡el usuario de a pie no tiene que hacer nada! Entretanto, mientras SET
llega a la meta o muere por el camino, eso sí, no olvide pagar todas sus compras usando
SSL.
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